Categoría: refugios climáticos
Masticar calor
Vivir sin refugios climáticos fue el desencadenante.
Estaba delante del ventilador, absorta en su baile mientras ponía orden a las tareas pendientes. Eran las 18:28 de una tarde de julio y llevábamos varios días habitando una ola de calor. Solo me quedaba crema solar para una última exposición al sol y al día siguiente salíamos de viaje a primera hora de la mañana. No tenía margen: sí o sí, necesitaba esa crema. Así era vivir en ciudad sin refugios climáticos.
Sabía que la calle hervía, pero tenía que ser coherente con mi discurso. Mis desplazamientos siempre encajan en alguna forma de movilidad activa, y hacía demasiado calor para ir en bici, así que vi que la forma más honesta era ir andando; buscaría la sombra.
Me embadurné con lo poco que quedaba de crema solar, bebí agua, me puse las gafas de sol, el gorro de tela y me lancé a la aventura. Según abrí la puerta, mis expectativas se cumplieron con creces. Un aire más allá del punto de ebullición ilustró lo que sería mi itinerario: calle abajo me esperaban llamaradas invisibles con alguna sombra discreta un tanto despistada y sin garantía de continuidad.
Las piernas no caminaban, remaban en un aire espeso que se podía masticar. El calor brotaba del suelo, de los coches aparcados, de las fachadas con sus persianas bajadas, todo irradiaba, hasta podía oír cómo el sol chamuscaba el aire. Apenas había arbolado que me diera refugio.
Me sentí como la versión urbana de Paul Atreides, me desplazaba con sigilo a un ritmo entrecortado para no despertar a los gusanos de arena del desierto profundo de Dune, solo que yo huía del sol. En mi cabeza, me deslizaba en una coreografía errática que parecía ensayada. Desde fuera, sin embargo, me movía de manera lastimera y fallida para encadenar las manchas de sombra anecdóticas y esquivar las corrientes de fuego del asfalto.
Entonces, lo vi claro: ese caminar sincopado en busca de refugio era toda una estrategia de adaptación al cambio climático. Lo que faltaba no solo era sombra, era toda una red amable, pensada, conectada y accesible de refugios climáticos que permitieran moverse por la ciudad sin que el calor extremo supusiera un riesgo para la salud o una renuncia al espacio público.
Esta experiencia urbana reveló la falta de refugios climáticos en la ciudad, claves para combatir las olas de calor desde el urbanismo.
Incluso se podría ir más allá y que esos refugios fuesen bioclimáticos, para que juntos, en red, pudieran desencadenar una estrategia de renaturalización urbana capaz de acoger tanto a una flora como a una fauna que incluya a las personas.
Fuente: Pexels
Fotografía: tu nguyen
La ola de calor encendió la idea: una red de refugios que renaturalice la ciudad
Esto ocurrió hace más de tres años. Fue tan solo la gota que marcó una línea de investigación que me permitió buscar herramientas y estrategias para el diseño de una red de refugios en la ciudad que trabajasen con la naturaleza.
Lo cierto era que, en mi cabeza, siempre ha rondado la idea de conectar toda la ciudad mediante espacios verdes, para poder acceder a cualquier punto a través de una inmersión en la naturaleza. Y así fue como llegue a la idea de crear una red refugios bioclimáticos capaces de desencadenar una estrategia de renaturalización urbana.
Diseñar una red urbana de refugios climáticos se convirtió en un objetivo profesional.
En el contexto del cambio climático que vivimos —con el aumento de olas de calor—, los refugios climáticos son espacios urbanos diseñados o adaptados para ofrecer condiciones de confort térmico y bienestar en momentos de temperaturas extremas. Pueden ser interiores (como bibliotecas, centros cívicos, estaciones) o exteriores (como parques, calles arboladas, zonas con sombra y fuentes), siempre que garanticen accesibilidad y seguridad.
Por su parte, un refugio bioclimático integra la naturaleza con principios de arquitectura y diseño pasivo, estrategias naturales de ventilación, vegetación, materiales con inercia térmica y protección solar para reducir la temperatura sin depender de sistemas mecánicos.
Si conectamos estos refugios con itinerarios confortables —que en sí mismos fuesen también refugios—, estas soluciones no solo aliviarían el calor: ayudarían a renaturalizar la ciudad, a recuperar el espacio público, a cuidar la salud de la ciudadanía más vulnerable y a fomentar la biodiversidad urbana. Todo ello mientras disfrutamos de sus servicios ecosistémicos.
Y qué mejor manera de empezar a construir esta red que crear un curso para diseñarla, así el impacto sería mayor.
Fuente: Pexels
Fotografía: RDNE Stock project
Lo aprendo, lo comparto
Por eso he desarrollado tres cursos e-learning que nacen de esta experiencia y de toda la investigación anterior y posterior. Los tenéis en ADR Formación.
El curso principal y más completo se titula:
Red de refugios climáticos: diseño urbano resiliente para la adaptación al cambio climático. Ofrece una visión integral para quienes quieren diseñar una red urbana que responda a las temperaturas extremas y regenere la ciudad.
Con este curso aprendes a crear tanto una red como un refugio climático concreto con criterios bioclimáticos y biofílicos. Es decir, un refugio bioclimático que, con la ayuda de Soluciones basadas en la Naturaleza, como los SuDS, sea capaz de desencadenar un proceso de renaturalización urbana.
He dividido este curso en dos, por si solo te interesa una parte. Eso sí, comparten algunas unidades:
- Curso de Diseño de una red de refugios climáticos: soluciones sostenibles. Ideal si tu interés está en lo colectivo, en el trazado de la red y en su integración en la ciudad.
- Curso sobre refugios bioclimáticos para la regeneración urbana. Pensado para transformar un único espacio en un oasis bioclimático, enfocado en el detalle y la intervención localizada.
¿No sabes qué pinta tiene esto del e-learning?
Aquí tienes una píldora del curso, echa un ojo:
Problemas y soluciones para diseñar refugios climáticos.
Y, por cierto, el diseño de una red de refugios climáticos puede ser una acción que forme parte de la Agenda Urbana de tu localidad, de la que hablé en este artículo. Aprovecho para compartir otro de mis cursos, que vincula naturaleza y ciudad:
Agenda urbana local 2030. Ciudades inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles. Un curso que lleva ya unos años en funcionamiento y por el que han pasado un perfil muy variado de alumnado: desde personas que lo necesitaban para acceder a un puesto concreto, hasta empresas públicas que lo han usado para formar a sus técnicos, aunque ya tuvieran elaborada su propia Agenda Urbana.
¿A quién van dirigidos estos cursos?
- Personal técnico municipal y de administraciones públicas.
- Personas que trabajan en arquitectura, urbanismo, paisaje y diseño urbano.
- Quienes se dedican a la educación ambiental y la dinamización social.
- Profesionales del ámbito de la salud pública.
- Personas implicadas en la transformación urbana y la sostenibilidad.
Si quieres aprender a diseñar refugios climáticos en entornos urbanos, estos cursos son para ti.
Veamos con más detalle, qué son los refugios climáticos y los refugios bioclimáticos.
Fuente: Pexels
Fotografía: Meriç Tuna
Los refugios climáticos y el derecho a habitar la ciudad
Los refugios climáticos son espacios accesibles y seguros que ofrecen protección frente al calor extremo, y permiten recuperar el uso del espacio público durante las olas de calor, cada vez más frecuentes e intensas en nuestras ciudades.
Estos refugios pueden ser de dos tipos:
Refugios climáticos interiores
Son equipamientos ya existentes que reúnen condiciones adecuadas de confort térmico, como bibliotecas, centros culturales, mercados cubiertos o estaciones de transporte con buena ventilación. Suelen estar climatizados, ser accesibles y contar con horarios amplios de apertura.
Refugios climáticos exteriores
Son espacios urbanos al aire libre que, gracias a una combinación de sombra, vegetación, agua, pavimentos permeables y ventilación natural, ofrecen un entorno más habitable que el resto del espacio urbano. Pueden ser parques bien arbolados, plazas con pérgolas vegetales o calles con toldos y mobiliario fresco.
Ambos tipos cumplen una función clave: garantizar el derecho a habitar la ciudad incluso en condiciones de calor extremo, proteger a quienes se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad (infancia, mayores, personas con enfermedades crónicas…) y mejorar la salud urbana desde una lógica preventiva.
Fuente: Pexels
Fotografía: Yaroslav Shuraev
Un paso más más allá: los refugios bioclimáticos
Un refugio bioclimático es un espacio diseñado o adaptado mediante estrategias pasivas, naturales y sostenibles, que aprovecha las condiciones climáticas del entorno para mantener una temperatura confortable, sin necesidad de sistemas mecánicos de refrigeración.
Se trata de espacios que aplican principios de la arquitectura bioclimática, como:
- Sombra generada con vegetación y estructuras ligeras.
- Uso de materiales con inercia térmica óptima.
- Aprovechamiento de la ventilación natural cruzada.
- Reducción de la radiación solar directa mediante orientaciones adecuadas o elementos protectores.
- Integración de agua como regulador térmico y sensorial.
Un refugio bioclimático puede ser un parque de bolsillo transformado con criterios climáticos, una parada de autobús renaturalizada, una plaza rediseñada con vegetación y suelos frescos o incluso un patio escolar adaptado para convertirse en un entorno habitable durante el verano.
Son espacios que no solo ofrecen confort, sino que reconectan con los ciclos naturales, cuidan la biodiversidad y aportan bienestar ambiental a escala urbana y cotidiana.
Fuente: Pexels
Fotografía: JEFERSON GOMES
La adaptación climática urbana desde el diseño
Tanto los refugios climáticos como los bioclimáticos pueden integrar Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN) y constituyen estrategias clave para la adaptación al cambio climático en entornos urbanos.
Frente a fenómenos como el incremento de las temperaturas, la isla de calor urbana o la pérdida de calidad de vida en el espacio público, estos espacios ofrecen respuestas integradas y regenerativas.
Además:
- Conectan salud, urbanismo y sostenibilidad.
- Reducen el estrés térmico y fomentan la equidad ambiental.
- Favorecen la biodiversidad urbana y el contacto con la naturaleza.
- Transforman el modelo de ciudad, haciéndola más habitable, resiliente y regenerativa.
Diseñar una red de refugios climáticos bien distribuida es mucho más que una solución técnica: es una herramienta estratégica de salud pública urbana. Incluir en ella refugios bioclimáticos que no dependan de la energía supone dar un paso más hacia la transformación sostenible del territorio, capaz de cuidar la vida y reconectar con los ciclos naturales.
Fuente: Unsplash
Fotografía: Uladzislau Petrushkevich
Está pasando
Varias ciudades ya están desarrollando redes de refugios climáticos para mitigar el impacto del calor extremo sobre la población urbana. No es una hipótesis, ya se está haciendo, y funciona:
- Barcelona ha puesto en marcha una red de refugios climáticos en centros escolares, bibliotecas y parques, especialmente abiertos durante el verano para dar servicio a personas mayores, infancia o población vulnerable.
- París ha cartografiado sus «espacios de frescor» y creado un mapa interactivo que identifica plazas sombreadas, fuentes, parques y edificios públicos disponibles durante las olas de calor.
- Sevilla impulsa el proyecto CartujaQanat, un espacio público subterráneo bioclimático que recupera soluciones tradicionales de refrigeración pasiva en combinación con un diseño contemporáneo.
Estos ejemplos muestran que es posible integrar innovación, diseño sostenible y cuidado urbano en la creación de ciudades resilientes al cambio climático.
No se trata solo de adaptarse: se trata de imaginar y construir una ciudad que nos cuide.
Fuente: Pexels
Fotografía: Clement Couturier
Hacia una ciudad que nos cuide
Imagina caminar en julio bajo un sol intenso y tener a tu alcance esta red con un refugio climático cada 300 metros: una zona arbolada con bancos frescos, una estructura orgánica por la que trepa la vegetación, una lámina de agua que atrae a libélulas y otros animales para ofrecerles un refrigerio, una plaza con sombra y brisa que evapora el agua. Un lugar donde descansar, conversar o simplemente estar, sin que el calor te expulse del espacio público.
Eso es lo que buscamos.
No se trata solo de aprender a diseñar, se trata de reaprender a imaginar la ciudad como un ecosistema de bienestar. Diseñar refugios climáticos es también diseñar cuidados, redistribuir el confort, crear un entorno urbano donde todos los seres vivos sean bienvenidos.
Fuente: Pexles
Fotografía: Jay Brand
¿Te imaginas que lo haces posible?
Si empatizas con esta forma de pensar la ciudad, aquí tienes las herramientas para empezar a diseñar entornos más habitables, resilientes y conectados con la naturaleza.
Consulta los programas, elige el itinerario que mejor se ajuste a tus necesidades y empieza hoy a construir redes de cuidado climático en tu ciudad:
- Curso completo: Diseña una red de refugios climáticos y renaturaliza la ciudad
- Curso: Crea una red de refugios climáticos
- Curso: Refugios bioclimáticos para la regeneración urbana y la adaptación al cambio climático
- Curso: Agenda urbana local 2030. Ciudades inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles
Empieza hoy a construir redes de refugios urbanos resilientes para proteger la vida ante el cambio climático.
Nos vemos, estés donde estés 😉
Fuente: Pexels
Fotografía: Leah Newhouse
Fuente:Pexels | Fotografía: Google DeepMind