El punto de partida

La necesidad de curar un gran vacío urbano que desconecta el casco antiguo de Cehegín y disfrutar de un jardín habitable en una región que sufre escasez de agua, son los puntos de partida de este relato.

Era un gran vacío, una herida a la espalda de la zona alta del casco antiguo de la ciudad. Lo llamaban “El Coso” y se encontraba en Cehegín (Murcia). Había pertenecido a un barrio más del pueblo, con sus viviendas adaptadas a la pendiente de la colina. Tras una fuerte nevada en la década de los 50, un gran número de esas viviendas se vino abajo. El antiguo hogar de varias familias, seguía ligado a su recuerdo mientras el espacio se deterioraba poco a poco. Como consecuencia de este desastre, “El Coso” se transformó en una gran desconexión de calles, los grandes desniveles del entorno no ayudaban a habitarlo. Las personas intentaban cruzarlo como podían, dejando marcadas sus huellas de paso a modo de “desire paths”.

Caminando por las calles del casco antiguo de Cehegín, se podía percibir la necesidad de respirar a través de jardines habitables. Pero para conseguirlo, se requerían grandes cantidades de agua, todo un problema en la región de Murcia.

¿Cómo optimizar el uso de agua para generar un jardín habitable que reconecte las calles?

Para curar la herida urbana, reconectamos esta zona de la ciudad mediante la creación de caminos basados en las huellas existentes, los conocidos desire paths, que son trazados por las personas que tratan de atravesar el gran vacío urbano. Creamos un jardín que reutiliza el agua pluvial y sucia de la parte alta del pueblo, para ir limpiándola en su caída, a través de estanques depuradores con plantas de ribera que acompañan el paseo con un susurro acuático. Al final del recorrido, obtenemos agua de riego para generar el jardín habitable deseado, una selva con un microclima que atrae a la fauna.

El paseo

Pintamos el recorrido en verde para guiar al paseante y bañar el entorno con reflejos. Consolidamos y reconfiguramos la parte más horizontal preexistente, situada en la zona central del recorrido, con marmolina gris oscuro, un material procedente del machaqueo de mármol de las canteras de la zona. Constituye toda una experiencia táctil para el paseante, pues al pisar, este material cruje, te invita a reducir el paso, a descansar en los bancos curvos alrededor de los estanques centrales o incluso a disfrutar de una actuación en un pequeño graderío.

Un vivero de empresas escondido en un bolsillo

Al final del recorrido, en un bolsillo del paseo, escondemos un edificio para uso y disfrute de los vecinos en forma de vivero de empresas. Éste, cede al parque su cubierta y la integra en su red de recorridos y plataformas.

El interior se contagia del paisaje

El paisaje inunda el interior del vivero de empresas. Las ventanas capturan y enmarcan distintos fragmentos del entorno. Las separaciones interiores se contagian y reproducen en su interior el perfil del horizonte mediante siluetas translúcidas que ofrecen intimidad a los habitantes del espacio y transforman su interior en un constante teatro de sombras.

El jardín que produce agua

Tras definir la red de conexiones peatonales, localizamos el agua residual en la cota más alta. Entre los caminos, colocamos estanques con eneas, una planta de ribera que depura el agua residual de manera natural. Conectamos la red de alcantarillado municipal en la cota más alta a nuestra red de estanques del parque y hacemos pasar el agua sucia para su depuración. El agua cae de un estanque a otro por gravedad, aprovechando la pendiente existente del terreno. A su paso, las plantas de ribera filtran y depuran el agua. Al final del recorrido, el agua desemboca en un depósito enterrado donde se bombea de nuevo al primer estanque o se usa para el riego del jardín, según la necesidad.

Una sinfonía sensorial

Una vez asegurada la presencia de agua, sembramos toda una sinfonía cromática y aromática de flores y plantas de varias especies que van apareciendo y transformándose en las distintas épocas del año.

En el paseo te acompañan unas jardineras de las que crece una nube vegetal de enredaderas de diferentes tipos y texturas. Poco a poco inundan los muros de hormigón que contienen los caminos y los estanques. Así, el sol no incide tanto en los paramentos, acumula menos calor y consigue refrescar el ambiente en verano. Además, suaviza la percepción de los vecinos, contribuyendo a crear un espacio más amable.

Un mar de huertas

Las vistas desde la parte alta son espectaculares. El jardín que produce agua da paso a un mar cubiertas de casas antiguas que se transforma en un paisaje de huertas con los montes en el horizonte. Para disfrutar de esta experiencia, situamos un mirador sobrevolando el jardín, con un pavimento de madera que deja entrever lo que hay debajo, además de proporcionar sombra.

El resultado: un jardín que produce agua donde la flora atrae a la fauna

Hasta ahora hemos confirmado la presencia de gatos, ranas, vencejos y varios tipos de insectos, además de habitarlo personas. Han tomado el parque como parte de su vida diaria, aportan su movimiento al que se suma el sonido de las hojas, el susurro del agua, los vecinos en sus actividades diarias y su continuo transitar para llegar al otro lado.

Premios:

 

Créditos:

  • Arquitectos y directores de obra: Mónica García Fernández y Javier Rubio Montero (cómo crear historias)
  • Arquitecta técnica y directora de ejecución de obra: Patricia León de la Cruz
  • Coordinador de seguridad y salud en la obra: Antonio Martínez Sánchez
  • Cálculo de estructuras: DeRoman (Mª Dolores Román)
  • Cálculo de instalaciones: AGM ingenieros y José Alberto García Fernández (ingeniero industrial)
  • Promotor: Ayuntamiento de Cehegín
  • Constructora: José Díaz García, S.A.
  • Fotografías de obra construida: David Frutos